El mole no es un producto de la casualidad sino el resultado de un lento proceso culinario iniciado desde la época prehispánica y perfeccionado en la colonia.

Su nombre deriva del Náhuatl Mullí, que es el nombre que se le daba en la época prehispánica a una gran variedad de salsas que se preparaban a base de chiles,

A la llegada de los españoles en el siglo XVI, surge una amplia gama de recetas culinarias, resultado del mestizaje y fusión de dos culturas, la española y la indígena.

Gran parte del éxito culinario del mullí se debió al gusto que los indígenas mexicanos tomaron por la gastronomía española especialmente por las especias, naciendo así el mole como una indudable propuesta mestiza.

En Atocpan se mantuvo su receta y fue trasmitida de generación en generación desde tiempos muy antiguos con un carácter místico ya que este platillo solamente se servía en celebraciones muy importantes como fiestas patronales, bodas y bautizos, aunque también se preparaba en un guiso especial para conmemorar el yutlalecan (muerte de una persona).

En los años 30 había únicamente cuatro personas, una por cada barrio (Panchimalco, Ocotitla, Nuchtla, Tula), que por costumbre preparaban el mole de San Pedro Atocpan para los festejos del pueblo.

Estas señoras, eran personas distinguidas de la población que eran solicitadas por los “Mayordomos” o por los encargados de la fiesta que se tratase para iniciar, hasta con 40 días de anticipación, los preparativos de la comida, que empezaban con las compras de los ingrediente, el desvenado de los chiles y la limpieza de los condimentos.

Dos días antes del festejo se tostaban y freían los ingredientes, un día antes se molía en metate que se disponía especialmente para la ocasión y finalmente para el día de la fiesta, desde muy temprano, se guisaba el mole en grandes cazuelas de barro sostenidas por tres piedras llamadas tenamestles y que formaban una base llamada tlicuil en el que se ponía leña para el Fogón.

Todos estos preparativos se realizaban por aproximadamente 20 jóvenes mujeres que eran invitadas para la molienda, la señorita que avanzaba más rápido o realizaba mejor la molienda se decía que ya se podía casar, pues ya podía moler, siendo este trabajo uno de los más difíciles de la cocina antigua mexicana por realizarse en forma manual.

El mole de San Pedro Atocpan llega a La Merced

Fue en los años 40, cuando una familia de la localidad tuvo la iniciativa de hacer el largo recorrido a Ciudad de México, para llevar a vender ese producto al mercado de la Merced, ¡dos kilos! Fue la cantidad de aquella primera producción comercial.

La comunidad anfitriona es creadora del molli almendrado, que se elabora a través de una cuidadosa proporción de 26 a 28 ingredientes, cuyo secreto está en el balance entre tres tipos de chile: mulato, pasilla y ancho.

La historia del Mole de San Pedro Atocpan, famoso por su receta de molli almendrado

Poco después la modernidad llegaría a San Pedro Atocpan, con la pavimentación del camino principal de acceso (la carretera Xochimilco-Oaxtepec) y la introducción de la energía eléctrica.

Ello permitió que, en 1947, se instalara el primer molino de chiles facilitando la molienda, labor que hasta entonces se realizaba manualmente en el tradicional metate.

Fue por estos años que se dieron los primeros pasos para transformar la producción local del mole (que se elaboraba casi exclusivamente para consumo propio) en una actividad económica que supone hoy en día el 60% de la producción total del mole a nivel nacional.

Este espectacular crecimiento no se ha producido a través de grandes industrias, sino que ha sido el resultado del esfuerzo y crecimiento de cientos de pequeñas empresas que favorecen la ocupación laboral del 92% de los habitantes de esta tierra.

Una forma muy eficaz de dar a conocer el mole de San Pedro Atocpan, es realizando una Feria, que tiene al tradicional almendrado como protagonista.

Una Feria anual que invita a toda la gente a conocer divertirse y disfrutar del pueblo de San Pedro Atocpan.

La Historia de la Feria del Mole en San Pedro Atocpan

Así en 1977, aprovechando las festividades del Señor de Yencuitlalpan, por primera vez y por iniciativa de un grupo de vecinos emprendedores se realizó lo que hoy es toda una tradición en Atocpan, la 1ª Feria Nacional del Mole, con participación de apenas cuatro restaurantes y cuatro productores de mole.

Feria del Mole San Pedro Atocpan

Esta feria nació con el objetivo de promocionar el mole almendrado elaborado en San Pedro Atocpan, creación autentica de esta demarcación ya que está basado en la receta antigua, pero adecuado al gusto de los paladares más exigentes ya que no es muy picoso y es de sabor y aroma exquisito.

Una de las políticas de la Feria Nacional del Mole, es no promocionar alguna marca en particular, solo se hace alusión a el Mole Almendrado de San Pedro Atocpan, por lo que implícitamente se hace un frente común de todos los productores de Atocpan.

La Feria Nacional del Mole catalizó la industria que actualmente ha traspasado fronteras, creando empleos y una industria turística instalada sin precedentes en tan solo 41 años.

La Feria Nacional del Mole ofrece una exquisita muestra de la gastronomía regional basada en mole almendrado, así como la cultura y tradiciones que representan San Pedro Atocpan y toda Milpa Alta.

La Feria Nacional del Mole es un santuario gastronómico en donde se vive con más intensidad el folclor, es un lugar ideal para encontrar y disfrutar el sabor de México.

Así, los viajeros, al asistir a probar el delicioso mole y su cultura, comprueban por si mismos que la feria nacional del mole es un espectacular evento, teniendo una razón muy atractiva para hacer turismo en Milpa Alta cada año.

Una megalópolis como la Ciudad de México siempre tiene algo con que sorprender, pero uno de sus espacios más increíbles está alejado del radar de la mayor parte de los viajeros.

Se trata de Milpa Alta, ubicada al sur de la capital, un espacio totalmente diferente al resto de las alcaldías de la Ciudad de México.

Milpa Alta es un espacio rural que ha resistido el avance de la mancha urbana, tiene 28 mil 464 hectáreas de suelo de conservación ecológica.

También es un lugar que preserva los modos de vida y la cultura tradicional mesoamericana del Valle de México, mismos que se han perdido en el resto de la capital. Tiene una de las comunidades hablantes de náhuatl más grandes del centro de México.

Conoce aquí las Ferias de Milpa Alta que no te puedes perder

Por todo ello Milpa Alta es uno de los más interesantes destinos en la Ciudad de México, uno que todo viajero que busque algo diferente debe tener en su mapa.

Atocpan, Milpa Alta

¿Cómo llegar a Milpa Alta?

La lejanía de Milpa Alta implica que es una zona sin transporte público masivo, por lo que no cuenta ni con metro ni metrobús.

Las rutas de transporte público directas son microbuses o autobuses M1 que salen de metro Tlahuac o de metro Tasqueña.

Pueblos de Milpa Alta

La alcaldía de Milpa Alta está compuesta de doce pueblos originarios, todos de origen prehispánico y nombrados con una combinación de su nombre indígena y de un santo prehispánico. Cada uno de esos pueblos ofrece opciones de turismo rural, ecoturismo y turismo justo para los viajeros que se desplazan al sur de la capital.

En Viajeros en Ruta, Milpa Alta es uno de nuestros lugares favoritos en la Ciudad de México, pues ofrece una auténtica experiencia a todo visitante, y lo hace mientras conserva expresiones únicas dándole al lugar un valor ecológico y cultural incomparable.

Cada uno de sus pueblos ofrece algo único y aquí te presentamos qué hacer en Milpa Alta y en cada uno de sus pueblos.

Villa Milpa Alta

Villa Milpa AltaLa cabecera y principal localidad de la alcaldía, es con diferencia el núcleo de población más grande y se compone a su vez de 7 barrios.

Se trata del único que perdió su nombre indígena, pues el Malacachtépec Momoxco original quedó borrado tras la colonización española.

En Villa Milpa Alta destaca el templo de la Asunción de María, uno de los más hermosos del sur de Ciudad de México.

San Pedro Atocpan

Fuera de la cabecera, es el lugar más conocido de Milpa Alta y todo con justa razón.

Cada año, San Pedro Atocpan es sede de el evento gastronómico más importante de la capital, la Feria del Mole.

El mole almendrado que se fabrica en esta tierra es uno de los mejor valorados que existen, y acercarse a este evento a probar las maravillas que productores tanto locales como nacionales ofrecen es sólo la puerta de entrada para comenzar a explorar este lugar.

San Antonio Tecómitl

Este pueblo fue fundado por tribus chichimecas en 1140 y es colindante con Tláhuac.

Si bien toda la atención en semana santa se pone en la Pasión de Iztapalapa, San Antonio Tecómitl tiene su propia representación de la pasión de Cristo, que congrega a gran parte de la población.

Nieves en Milpa Alta

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Además el pueblo es sede de varias ferias, entre las que destaca la Feria de la Nieve.

San Francisco Tecoxpa

Cercano a Villa Milpa Alta, San Francisco Tecoxpa destaca por su oferta ecoturística.

En concreto destaca El Arrecife, uno de los varios centros en la alcaldía que promueven la conservación y el acercamiento con el medio ambiente.

San Jerónimo Miacatlán

Este pueblo destaca por ser sede de uno de los Faros que el gobierno de la Ciudad construyó en Milpa Alta y donde se enseñan y promueven artes y oficios tradicionales.

Además de ello, Miacatlán destaca por la celebración de la fiesta de los cinco panes que se celebra el día 11 de marzo.

San Agustín Ohtenco

Este pueblo es el lugar ideal para conocer otra de las tradiciones vivas de Milpa Alta, la de los globos de papel.

Para San Agustín Ohtenco esta tradición es tan importante, que incluso tienen un lugar especial para exhibirlos, el globódromo, donde se realizan los principales eventos de el pueblo.

San Pablo Oztotepec

Oztotepec fue sede de uno de los acontecimientos históricos más importantes que ha visto Milpa Alta.Museos Milpa Alta

Durante la Revolución Mexicana Milpa Alta fue tomada por Emiliano Zapata, que instaló aquí su cuartel general.

Aquí ratificó el Plan de Ayala, y el recuerdo del morelense aún distingue a este pueblo de entre sus vecinos.

No es sorpresa que su principal atractivo sea el Cuartel Zapatista que hoy sirve como museo.

San Bartolomé Xicomulco

Este pueblo tiene algunos de los paisajes más bellos de Milpa Alta y de los cerros que lo rodean.

Además es sede de la Casa de Cultura Tepecuitlapa donde se organizan obras de teatro.

San Salvador Cuauhtenco

Este pueblo cuyo nombre náhuatl significa “Cerca del bosque” tiene una iglesia colonial edificada entre los siglos XVI y XVII, además del templo conserva su atrio, aunque este perdió los arcos invertidos que alguna vez tuvo.

Sus fiestas se celebran cada 6 de agosto y se extienden durante tres días.

San Lorenzo Tlacoyucan

Aquí también se pueden disfrutar de las actividades y eventos organizados por la casa de cultura local. Es una de las zonas más rurales de la alcaldía y se puede hacer un muy interesante paseo para recolectar hongos.

Santa Ana Tlacotenco

Este pueblo fue también sede de constantes enfrentamientos entre fuerzas zapatistas y federales durante la Revolución, y su templo fue usado como cuartel general de uno y otro bando.

Dedicado a Santa Ana y declarado monumento nacional en 1933, el sencillo templo celebra otra de las fiestas más tradicionales de Milpa Alta, en este caso la dedicada a la santa que da nombre a el pueblo.

Las celebraciones son tan significativas que se extienden desde el 26 de julio hasta el 4 de agosto cuando se despide a los danzantes que alegraron las fiestas durante todos los días.

Santa Ana Tlacotenco también es donde se encontró el mamut de Milpa Alta.

San Juan Tepenáhuac

Otro de los pueblos con gran importancia medioambiental y para el ecoturismo.

En Tepenáhuac se encuentra un Centro de Educación Ambiental donde es posible pasar la noche rodeado de la naturaleza en sus cabañas, o simplemente dar un paseo para ver los cultivos de nopal.

Síguenos en Viajeros en Ruta, donde Milpa Alta será uno de los lugares de México y el mundo que estaremos explorando.

 

Amanece en la capital de México y poco a poco las calles se llenan de gente, a la vez que decenas de iglesias que pueblan el centro histórico abren sus puertas a los fieles.

Algunos muy populares, otros con poco culto o de plano cerrados la mayor parte del tiempo, cada templo, grande o pequeño, es también un reclamo turístico y forma parte fundamental de la historia de la ciudad.

El paisaje urbano del centro se formó alrededor de las iglesias. Cada barrio, cofradía y orden religiosa tenía la suya, que no sólo atendían las necesidades espirituales de la gente, sino que competían entre sí por destacar en poder y belleza. Se conocen más de 80 templos construidos en la Colonia, muchos de los cuales siguen en pie.

Visitarlas es indispensable al caminar por el centro, y andar de una a otra no sólo permite descubrir sus historias, sino que las convierten en hilo conductor para descubrir toda la zona, alcanzar cada punto cardinal y llevar al viajero más allá del tradicional y conocido corredor Zócalo-Alameda, con el que muchos turistas se quedan.

De Plaza en plaza

Injustamente relegado hoy a segundo plano, el Templo de Santo Domingo fue parte de un convento dominico que llegó a ser la segunda iglesia más importante de la ciudad, puesto con el que rivalizó con la misma Catedral.

Tras las leyes de reforma, el complejo fue expropiado y, con excepción del templo, desapareció. El atrio fue abierto para expandir una plaza que, además de ser casa de los tradicionales escribanos en los portales de los evangelistas, permite sentarse a contemplar con tranquilidad no sólo la fachada del templo, sino el palacio de la inquisición y el edificio de aduanas que la rodean. Juntos forman un espacio que, si bien no es ignorado por los visitantes, si tiene menos atención de la que merece, a no ser por aquellos visitantes que saben de su importancia.

Santo Domingo es uno de varios templos que aún tienen el honor de presidir una plaza, situación que las dota de un sello de distinción y facilita el observar con calma sus detalles sin importar el paso de vehículos o transeúntes.

Al norte de éste, la Plaza de Santa Catarina, espacio arbolado dominado por el templo homónimo, invita a recorrer Garibaldi. Los vendedores ambulantes y la falta de señalización mantienen alejados a muchos visitantes, quienes se pierden de una de las primeras parroquias que existieron en la ciudad.

Levantada cuando la capilla del sagrario resultó insuficiente para atender a la creciente población española, Santa Catarina, hoy vecina de tiendas de vestidos de primera comunión, fue por siglos encargada de recibir a los virreyes a la ciudad, sede de los festejos de la Universidad, y punto de descanso obligado en las procesiones que llevaban a la Virgen de Guadalupe a la catedral en tiempos de epidemias o ruegos.

La iglesia de la Santísima Trinidad tiene una plaza propia casi por accidente. El santuario, erigido por la cofradía de sastres, se hundió con el paso de los años hasta que tres metros de su estructura quedaron bajo suelo. A inicios del Siglo XX se le rescató al excavar la zona, creando los desniveles en corredores y banquetas que peatonalizaron la zona y son hoy parte de su personalidad. A pesar de que los escalones que llevan a la entrada son también una butaca de primera clase para admirar una de las más bellas fachadas barrocas de la ciudad, la zona tampoco abunda en visitantes, convirtiéndola por momentos en un espectáculo individual.

Los pequeños templos indígenas

 

Estos magníficos templos españoles contrastan con las humildes ermitas levantadas en los barrios indígenas. Incapaces de competir en tamaño u ornamentos, y localizados en los extremos sur y oriente de la ciudad, muestran caras desconocidas del centro.

La iglesia de Concepción de Tlaxcoaque pasó décadas olvidada y cada vez más aislada en una plaza de difícil acceso en el extremo sur del centro. Única superviviente de un barrio demolido para construir avenidas, no fue hasta 2010 que fue rescatada con apoyo de la república de Azerbaiyán, lo que generó un conflicto diplomático. A pesar de esto, la plaza fue reintegrada a su entorno y la capilla recuperó el color, sumándose a los atractivos del centro.

Si Tlaxcoaque es modesta, más lo es la capilla de La Humildad, en cuyo interior apenas caben doce personas sentadas. Es la única superviviente de las siete primeras ermitas que Hernán Cortés ordenó levantar tras la conquista de Tenochtitlán, y sus vecinos la salvaron de ser demolida varias veces permitiendo que llegara a nuestros días.

La capilla es uno de los secretos mejor guardados del centro, debido a que está en La Merced, barrio que se sugiere evitar. El otrora idílico lugar, ubicado frente a los canales de agua que llegaban a Xochimilco, perdió belleza cuando éstos fueron desecados, y remplazados por Anillo de Circunvalación. Rodeado de calles descuidadas, puestos ambulantes y zonas de prostitución, se generó la leyenda de que el templo era recinto sagrado de ladrones y meretrices.

En este contexto La Humildad destaca por estar siempre cuidada, en perfecto estado de conservación y sin modificaciones, por lo que es un verdadero viaje a los primeros años de la Colonia y un indudable espacio distinguido en una zona cuya seguridad ha mejorado considerablemente, por lo cual, con las precauciones de rigor, es posible visitarlo sin miedo durante el día. Destaca también por estar siempre llena de fieles, un claro contraste con decenas de templos en mejores zonas, pero vacíos gran parte del día.

Iglesias reinventadas

La ausencia de culto en muchos recintos, provoca un dilema: las iglesias coloniales deben ser conservadas como tesoros artísticos y culturales. Pero sin feligreses pierden su razón de ser y el abandono lleva a su deterioro. Para evitarlo, varios han sido rescatados dándoles otros usos que mantienen vivo el lugar mientras aseguran la conservación de su patrimonio.

A lo largo de centro hay espacios así, como la capilla de Montserrat, hoy museo de la Charrería; o el templo de San Jerónimo, incorporado al campus de la Universidad Claustro de Sor Juana, y sede de exposiciones artísticas.

Pero la reinvención más significativa no se dio por un cambio de uso, sino por uno de devoción. La iglesia de San Hipólito mantiene un culto muy importante, pero los devotos que viajan a ella desde todos los puntos de la urbe, no tienen interés de rezar al mártir romano.

El patrono de la ciudad fue opacado por el santo más popular entre los capitalinos, San Judas Tadeo, quien es hoy centro del culto en una iglesia ajena. Gran parte de los miles que lo visitan cada día 28 no saben que el templo de dos columnas fue dedicado a San Hipólito por celebrarse su día la misma fecha que Cuauhtémoc fue apresado, y que en ella fueron honradas las víctimas de la noche triste.

La suerte de San Hipólito muestra la evolución de las costumbres de la ciudad, y su templo, fin de este recorrido, recuerda el pasado colonial y marca el antiguo límite poniente de una ciudad cuyo centro es apenas el primer paso para conocerla a fondo.