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Australia es usualmente considerado como el país que más micronaciones tienen, y esto se atribuye al feroz espíritu de independencia de muchos de sus habitantes.

Pero dentro del espectro de micronaciones australianas, hay varias que no buscan una simple rebeldía, sino que tienen verdaderas aspiraciones de justicia histórica y soberanía.

Entre ellas destacan aquellas relacionadas con sus habitantes aborígenes, que reclaman que formar su propio país no es sino un acto de derecho ante el despojo que sufrieron siglos atrás.

Tal es el caso de Yidindji, una nueva entrada de nuestra serie de países que no existen.

¿Dónde está Yidindji?

De acuerdo a la página web de Yidindji, el territorio que reclaman corresponde en gran medida a lo que el resto del mundo describiría como el noreste de Australia.

Es en esa zona donde esta cultura tiene su territorio ancestral, el cual aseguran que nunca perdieron ni por conquista ni por acuerdos políticos.

La capital de Yidindji se llama Gimuy, ciudad que es llamada por los australianos y el resto del mundo como Cairns, y que es la décimo quinta ciudad más poblada de Australia.

Mapa del territorio de los aborígenes Yidindji

En total, su territorio abarcaría unos 1,000 kilómetros cuadrados, y se extiende desde el río Russell al sur al Mowbray en el norte y desde la cordillera de Malbon Thompson al oeste hasta las costas del mar de Coral, incluyendo las islas Frankland.

Yidindji estaría así en un espacio particular entre las micronaciones, pues, es una de las que abarca una mayor cantidad de territorio y la única que reclama una gran ciudad para si misma.

Historia

Cuando los británicos llegaron a lo que hoy es Australia, los Yidindji o Yidiny eran una de las culturas más numerosas, vivían en su territorio desde siglos atrás y eran cazadores-recolectores, que vivían en armonía con su entorno natural.

Se organizaban en 8 clanes, mismos que siguen existiendo entre los Yidnindji contemporáneos.

Hasta el siglo XIX no hubo mayores problemas entre los colonizadores y los Yidiny, cuyo territorio no fue inmediatamente atacado, pero a partir de la fundación de Cairns, la cosa empezó a cambiar.

Un ferrocarril y condiciones convenientes para tomar tierra, fueron atrayendo a cada vez más personas, en particular a quienes producían azúcar, y fue cuestión de tiempo para que los recién llegados compitieran por los recursos con los aborígenes.

Vista aérea de la ciudad de Cairns al norte de Australia

A través de fuerzas policiacas, hubo varios asesinatos de nativos de esta y otras tribus, y en el caso de los Yidindji se cuenta a Skull Pocket, Woree y el río Mulgrave como los lugares donde más gente perdieron.

Las relaciones entre esta tribu y los colonizadores europeos tienen su momento más importante en 1898.

Después de años de conflictos, los representantes de la tribu y el consejo del rey de Inglaterra (que en esa fecha seguía controlando Australia) firmaron un tratado de paz, acordando que cesarían los ataques entre ambos y donde los colonizadores se comprometían a dar comida y mantas a los indígenas durante todo el tiempo que estuvieran en su territorio.

Cabe mencionar que en este acuerdo no cedieron soberanía, ni fueron conquistados y solo aceptaban que “los blancos” estuvieran en su tierra a cambio de bienes materiales.

Por ello los Yidindji, al igual que otros grupos aborígenes, entre quienes destaca la República Murrawarri, aseguran que con base en todo el derecho internacional ellos siguen siendo soberanos.

Nace el gobierno autónomo

Hasta 2014, a nadie le preocupó la independencia o autonomía de los Yidindji respecto a Australia, pero en ese año un miembro del grupo, Murrumu Walubara tomó la decisión de cambiar el status quo y luchar por su gente.

El periodista renunció entonces a su nacionalidad australiana y a todos los beneficios que le daba el país, desde su pasaporte y plan de salud hasta su licencia de conducir para vivir sólo bajo la ley tribal de su gente.

Parecía no ser algo serio y ser solo una declaración de intenciones, pero no fue así, Walubara tenía una misión y mantuvo su decisión, a pesar de las dificultades de viajar al extranjero o de haber sido arrestado dos veces al presentar una licencia de conducir expedida en Yidindji.

Murrumu Walubara muestra pinturas rupestres en una cueva

Además de convencer a otros de seguir sus pasos y de jurar fidelidad a Yidindji y no a Australia, Walubara ha viajado a Canberra constantemente para tener reuniones diplomáticas y conseguir reconocimiento para su pueblo.

También tuvo acercamiento con embajadores extranjeros, todo para mostrar que su gente tiene un territorio, un gobierno, una cultura y que merecen pleno reconocimiento bajo la ley internacional.

El objetivo último es lograr firmar un acuerdo oficial con la Mancomunidad de Australia donde estos obtengan el permiso de estar en el territorio, a la vez que se reconocen todos los derechos aborígenes.

¿Qué ver en Yidiny?

Dado que tiene un territorio muy amplio, la opción más evidente para hacer turismo en esta micronación es visitar las ciudades australianas de la zona, empezando por Cairns.

Dentro de la oferta de la ciudad destaca el turismo de aventura, y la exploración de la gran barrera de coral ya sea desde un velero o bajo el agua buceando, también hay opciones de ecoturismo en los bosques cercanos.

Pero para poder decir que realmente visitamos Yidindji, no hay que hacer actividades de turismo que se pueden hacer en cualquier parte de Australia, y al contrario hay que acercarse a esta cultura aborigen.

Bosque en el territorio de los aborígenes Yidindji

El propio grupo tiene su propia compañía de tours, por lo que un guía de su pueblo te llevará a conocer su cultura y los lugares más importantes para ellos.

Se trata además de un turismo sostenible, pues uno de sus preceptos es el respeto al entorno, y de un turismo justo, donde los beneficios de tu visita se quedan en la propia comunidad.

Lo mejor que puedes hacer es elegir acampar con el grupo en sus bosques, escuchar sus historias y probar la comida que te ofrecerán para una experiencia inolvidable.

Futuro

Yidindji es una micronación que se toma muy en serio su existencia, pues no es una lucha por la supervivencia y el reconocimiento de una cultura ancestral.

Por ello, su futuro está prácticamente asegurado, pues aún si consiguen su soñada autonomía, continuarán representando los intereses de su grupo ante el gobierno australiano.

Bandera de la micronación de Yidimy

Hay micronaciones donde cualquiera que lo solicite puede hacerse ciudadano, tal y como son los casos de Ladonia o Austenasia o Liberlandia, pero aquí no tendrás esa libertad.

Pedir la ciudadanía implica leer libros sobre la cultura aborigen y hacer un examen con lo que demuestres compromiso con la comunidad y conocimiento de sus costumbres.

La prueba incluye desde la historia de la ilegal ocupación europea, hasta las leyes tribales, sus símbolos patrios y sus ideales políticos.

Si sacas más de 7.5, puedes obtener tu ciudadanía, para lo cual además debes acudir a una ceremonia y hacer un juramento.

Es decir, si no vives en la zona y eres parte de el grupo aborigen, no serás parte de esta nación, pero todo esto es garantía de que este es un grupo que realmente defiende sus ideales y su autonomía.

 

En 1989 los ciudadanos de Whangamōmona, un pueblo de Nueva Zelanda, estaban muy molestos.

El gobierno de su país había cambiado los límites territoriales de sus 16 regiones, y ellos fueron movidos a un nuevo territorio.

Como protesta, se declararon independientes, y su historia llevaría incluso a una cabra a ocupar la presidencia.

Son nuestra nueva parada en la serie de micronaciones: los países que no existen.

¿Dónde está Whangamomona?

Whangamomona se encuentra en la parte sur de la isla norte de Nueva Zelanda en el distrito de Stratford de la región de Manawatū-Whanganui.

Está unido al resto del país a través de la carretera 43, que es conocida como la autopista del mundo olvidado dado que recorre diversos lugares que fueron abandonados y hoy son pueblos fantasma.

Historia de Whangamomona

Ubicada en un valle aislado por una cadena montañosa, la zona donde hoy se encuentra Whangamomona no fue visitada hasta finales del siglo XIX.

Joshua Morgan fue uno de los primeros exploradores en 1893, y murió, probablemente de una peritonitis, mientras exploraba la zona.

Pero una vez que la frontera al lugar se abrió, no hubo que esperar mucho tiempo para que se crearan los primeros asentamientos humanos y en 1895 un grupo de mineros de oro ya se habían establecido allí.

Foto histórica de Whangamomona en Nueva Zelanda

Para 1898, Whangamomona ya existía con una casa de huéspedes, una tienda de abarrotes, una oficina postal y, en 1902, su primer pub, que desapareció en un incendio y para ser remplazado en 1911 por un hotel.

El pueblo, como toda su región, vivió en un tranquilo aire rural prosperando a través de actividades agrícolas y ganaderas.

Fue la segunda mitad del siglo XX cuando la zona entró en decadencia, y todo se aceleró con una caída en el precio de la lana, a la que la mayor parte de la gente se dedicaba.

Con una población en descenso y los pueblos de sus alrededores quedando vacíos, fue que Whangamomona se dio a conocer, al declararse independientes.

Nace la república

En 1989, Nueva Zelanda inició un proceso de revisión territorial, con el cual los límites entre las regiones se redibujaron tomando en cuenta las cuencas hidrográficas del país.

Esto significó que Whangamomona, que hasta entonces era parte de la región de Taranaki serían movidos a la vecina región de Manawatu-Wanganui.

La razón de esto fue que el río Whangamomona era un tributario del Whanganui.

No fueron el único lugar de Nueva Zelanda que cambió de región, pero si fueron quienes se lo tomaron mas a pecho, y como consecuencia decidieron declararse como un país independiente.

Carrera de borregos en Nueva Zelanda

Su primer presidente fue Ian Kjestrup, quien gobernó 10 años hasta su jubilación, aunque fue colocado en la boleta de votación sin su consentimiento.

Si bien la declaratoria de independencia fue simplemente un acto de protesta, sirvió para darle notoriedad al pueblo, y se acabó convirtiendo en una tradición.

Los pobladores pronto abrazaron la idea, y no temieron en adoptar la excentricidad como una de sus características, al punto de que cualquier habitante de la República, sea humano o animal, puede acceder al gobierno.

El primer presidente no humano fue una cabra, Billy Gumboot, quien estuvo dos años en el poder, hasta el día de su muerte.

Su elección fue con un fraude, pues ganó al comerse las boletas que votaban por todos los candidatos opositores.

Billy, la cabra que gobernó un país

Su sucesor fue Tai, un poodle, cuyo gobierno terminó de forma dramática en 2004.

Renunció tras ser atacado por un mastin, en lo que algunos vecinos señalaron como un intento de asesinato político.

Actualmente el presidente es John Herlihy, sucesor de la primera mujer en el cargo, Vicki Pratt, quien también subió al poder sin su conocimiento.

Qué ver en Whagamomona

El mejor momento para visitar el país es cuando celebran el día de la república.

Es un evento que se organiza cada dos años durante enero, para aprovechar el cálido clima del verano austral, y que atrae al pueblo a miles de personas que quieren ser parte de la exótica micronación.

Las primeras veces que la fiesta se celebró, se organizaba en un par de semanas, pero ha crecido tanto que ahora se invierten meses en su planeación.

Si tienes suerte, tu visita puede coincidir con la elección de un nuevo presidente, y si no, por lo menos podrás ver una carrera de ovejas en la calle principal.

Además de asistir al evento, al ir al pueblo tendrás que pasar por el hotel Whangamōmona.

Hotel de Whangamomona, Nueva Zelanda, construido en 1911

Considerado como un monumento histórico, no solo es un lugar para pasar la noche, ahí también puedes comprar tu pasaporte de la república, lo cual te permitirá evitar pagar una tasa de entrada los días de fiesta.

Fue construido en 1911, siendo el negocio más antiguo que sobrevive, y su restaurante permite que el lugar sea el centro de la actividad del lugar.

El resto de los atractivos de la zona están en el viaje.

Para llegar a Whangamomona debes utilizar una de las carreteras menos transitadas de Nueva Zelanda, y en el camino encontrarás cataratas, y bellos paisajes naturales, además de un famoso túnel bautizado como el tpunel del hobbitt por su pequeño tamaño.

Futuro del país

Cuando Whangamomona declaró su independencia, los habitantes del pueblo, 400 en ese entonces, solo temían que la nueva región a la que pertenecían no fuera a ponerles atención, y nunca imaginaron como su protesta se convertiría en algo tan importante.

Pero hoy, la identidad de Whangamomona está estrechamente ligada con su papel como micronación, y es de esperarse que la tradición se mantenga por muchos años.

Ha llegado a ser tan importante, que incluso el sitio web de la BBC les ha dado cobertura, y hasta 5,000 visitantes han llegado al pueblo en las celebraciones más concurridas.

Así que se trata de una micronación, con su futuro asegurado.

 

Cerca de Cerdeña hay una pequeña isla llamada Tavolara.

Pocos notarían este espacio de 5 kilómetros en el mar Tirreno si no fuera por una razón. Tavolara reclama ser uno de los reinos más pequeños del planeta.

Es una más de nuestras paradas en nuestra serie de micronaciones.

¿Dónde está Tavolara?

Tavolara es la más importante de tres islas que forman un archipiélago al cual le da nombre, siendo las otras dos Molara y Molarotto.

El archipiélago de Tavolara, además, forma un parque marino protegido que también abarca varias rocas sin nombre y a la península Punta Coda Cavallo.

Mapa de Tavolara y su parque marítimo

Todas pertenecen a la provincia de Sácer, que abarca todo el norte de Cerdeña.

Historia de Tavolara

La isla se conoce desde la prehistoria, existiendo evidencia de la presencia del hombre gracias a pinturas rupestres, y el nombre más antiguo con el que aparece en la historia es el de Hermea.

La tradición dice que en el año 235 el Papa Ponciano, obligado a hacer trabajos forzados por el emperador romano Maximino, murió en la isla.

Las apariciones de Tavolara en la historia son pocas, y es que no solo es una isla pequeña, sino que tiene una orografía muy montañosa, lo que complica los asentamientos humanos.

Durante el medievo, marineros árabes la usaron como base de operaciones para saquear otros puertos del Mediterráneo, ellos la conocían con el nombre de Tolar.

Ya en el siglo XIX, fue visitada por Joachim Murat, militar francés que pretendió usar la isla como base para reconquistar, sin éxito el reino de Nápoles.

La visita de Murat nos dejó como noticia que, en 1815, Tavolara estaba deshabitada.

¿Nace un reino?

En algún momento después de esa fecha, Giuseppe Bertoleoni, un pastor nacido en la cercana isla de La Maddalena, se mudó a Tavolara con su rebaño y se convirtió en su único habitante.

De acuerdo a la historia que contó el propio Bertoleoni, la isla fue visitada en algún momento por el rey Carlos Alberto de Cerdeña, quien acudió con su hijo en un viaje de caza y tuvo la oportunidad de convivir con él.

Carlos Alberto habría quedado impresionado por la buena educación de este hombre, y lo declaró como rey de Tavolara, haciendo a la isla un país independiente.

Orografía de Tavolara

Bertoleoni, quien además era bígamo, se llevó a sus dos familias a vivir con él a la isla, y la historia familiar cuenta que cuando el gobierno italiano quizo perseguirlo por su bigamia, no pudieron hacerlo en virtud de la independencia concedida a su isla.

Al igual que ocurrió con Seborga, Tavolara nunca fue expresamente mencionada en los documentos de la Unificación Italiana, con lo cual se presumieron independientes. Pero aparentemente la isla si consiguió un documento firmado por Víctor Manuel II, mediante el cual Italia reconocía la independencia del lugar.

En Viajeros en Ruta buscamos alguna pista sobre este documento sin encontrar fuentes confiables, con lo cual pareciera que poco separa la historia de Tavolara como país independiente del mito.

Pero aunque este documento fundacional no aparezca en Internet, la isla tiene a su favor algo que muchas otras micronaciones no tienen.

Su existencia fue mencionada en más de una ocasión por la prensa del siglo XIX.

Aunque no encontramos que un artículo usualmente citado del Atlanta Constitution existiera (era un semanario que no se publicó el día citado), el reino aparece en al menos dos periódicos de enorme prestigio.

Una columna del New York Times en 1896 la reconoce como el país más pequeño del mundo (aunque recurre a fuentes secundarias).

El Boston Globe también hizo mención del país en al menos 8 artículos entre 1894 y 1928, fecha en que murió Carlos I, su primer Rey.

¿Fin del reino?

Tras la muerte de Carlos, el reino pasaba a su hijo, Paolo II, pero este se retiró de la isla para buscar empleo y le encargo el gobierno como regente a su tía Mariangela.

A la muerte de Mariangela, uno de los peores personajes de la historia italiana, Benito Mussolini dejó de reconocer los derechos de los Bertoleoni sobre la isla y la anexó a Italia.

Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial y la caída del facismo, la nueva república italiana tampoco reconoció la existencia del reino, y con apenas unas pocas decenas de habitantes, a nadie en el resto del mundo preocupó su desaparición.

Panorámica de la isla de Tavolara

Solo Paolo II y su familia decidieron pelear por su reino, que siempre han reivindicado, pero sin ningún éxito.

Italia no hizo nada con la isla hasta la muerte de Paolo II, cuando cedió gran parte de ella para una estación de la OTAN que ocupó la mitad de la isla, reservándola para uso militar.

Con esto, gran parte de los pobladores de Tavolara abandonaron su pueblo.

En 1979, el diario La Stampa reportó la muerte, con 100 años de edad de Laura Molinas Geremia Bertoleoni di Tavolara, la última princesa del reino, quien intentó recuperar su país con una demanda legal sobre el estado italiano, falleciendo sin ver su sueño concluido.

¿Qué ver en Tavolara?

La isla solo está habitada en verano, cuando puedes hacer viajes de un día en el ferry que sale desde Cerdeña.

Tavolara es en gran medida un paraíso natural, y de acuerdo a Tonino I, quien actualmente se considera rey de la isla, mantenerlo así fue la forma en que su familia logró recuperar su reino, pues resisiteron ofertas de todo tipo para fragmentarlo y hacerlo un paraíso del turismo masivo y el todo incluido.

Sus playas son las que atraen más gente, y dado que la zona fue nombrada un parque marino protegido, tiene espacios hermosos para hacer esnórquel y conocer su flora y fauna marina en viajes de ecoturismo.

En tierra firme la isla es muy montañosa, y es una delicia para quienes disfrutan del senderismo, para poder ver las cristalinas aguas del mar desde las alturas.

Ruta de senderismo en Tavolara

La Ferrata degli Angeli, Punta Cannone y el Occhio del gatto son los puntos más fotogénicos de la isla, y si eres muy aventurero, lo más lejos que puedes llegar es a Punta Timone, el espacio más alejado de donde llegan los ferries.

Dentro de estos caminos se pueden encontrar rocas con figuras especiales que reciben nombres como “el arco de Ulises”, la “Roca del Papa” y la “Gruta del Papa”, esta última una cueva con las pinturas neolíticas del lugar y ambas nombradas por la leyenda que pone en Tavolara la muerte de Ponciano I.

Alguna vez Tavolara fue hogar unos roedores llamados pikas de Cerdeña, que ya están extintos y de unas cabras que, según la leyenda, tienen dientes dorados por los líquenes que comen, y que serían las que atrajeron a Carlos Alberto de Cerdeña al lugar cuando inició su historia.

Al final de un camino arenoso, se llega al Ristorante di Tonino, donde puedes comer y hablar con el Rey, además de ver una fotografía de la familia real Británica con la realeza de Tavolara.

Camino a este restaurante, también se pasa por el cementerio de la isla, donde descansan los anteriores reyes.

Finalmente, y aunque no está propiamente en Tavolara, vale la pena mencionar a la cercana y pequeña Molara.

Es casi una isla prohibida, pues es propiedad privada, pero en algunas temporadas se permiten visitas para hacer senderismo.

Las rutas te pueden llevar a las ruinas de una iglesia medieval dedicada a San Ponciano, y que alguna vez fue parte de un pequeño monasterio.

El conjunto está en malas condiciones, pero es la única construcción histórica del archipiélago y su presencia hace más probable que el papa haya muerto ahí y no en Tavolara.

Futuro del país

Tavolara dejó de existir como nación, pero pasó al reino de las micronaciones.

Hoy Tonino I, el segundo hijo de Paolo II es quien ocupa el trono, dice ser feliz pescando y cuidando su jardín.

Su familia vive en la isla solo en verano, cuando reciben a los turistas que van a buscar sus mares, sin tener en su mayoría idea ninguna de la historia del lugar.

En invierno, todos se mudan a Porto San Paolo donde trabajan como pescadores.

No parece haber planes ni esperanzas de que Tavolara recupere su independencia perdida.

Pero mientras los Bertoleoni vivan allí, mantendrán viva la historia de su familia y del lugar que durante algunas décadas presumió de ser el país más pequeño del mundo.

 

En 1861 el Risorgimento fue uno de los hechos históricos más importantes en la historia de Italia, pues en ese año lo que desde siglos atrás eran decenas de países independientes se unieron en la Italia que hoy conocemos.

Sin embargo, hay un pequeño municipio cercano a Francia que no figuró en los documentos oficiales de unificación, dado lo cual sus habitantes aseguran que hoy siguen siendo independientes.

Se trata de Seborga, nuestra nueva parada en la serie de micronaciones: los países que no existen.

¿Dónde está Seborga?

Seborga, municipio que contaba con 285 habitantes en 2021, se encuentra en la provincia de Imperia, en la región de Liguria, al noroeste de Italia.

Está rodeado por los municipios de Ospedaletti al sur, Vallebona al oeste, Perinaldo al norte y San Remo al este.

Su principal accidente geográfico es el Monte Bignone, parte de los Alpes Ligures.

Historia de Seborga

La Edad Media

Las primeras noticias que se tienen de Seborga datan de cerca del año 1,000, cuando un conde Guido de Ventimiglia donó sus territorios en Seborga a la Abadía de Lerino.

No se sabe a ciencia cierta cuando ocurrió esto, pues un documento con fecha en el año de 954 tiene datos que lo revelan como una falsificación, pero es seguro que fue antes de 1177.

Oratorio de San Bernardo en el Principado de Seborga

En ese año, hubo un juicio donde el municipio de Ventimiglia reclamó sus derechos sobre Seborga, pero los jueces dieron por buena la donación de el conde Guido y reconociendo que pertenecía a la abadía.

Esta abadía estaba en unas islas cercanas a Cannes, en la actual Francia, por lo cual el pueblo era considerado parte del Condado de Provenza, situación que no cambió pese a que en 1181 la República de Génova extendió su territorio hasta la ciudad de Niza, tomando todas las tierras de Lerino bajo su protección.

Amadeo de Saboya

En el siglo XVIII se dio el cambio más importante en la situación de Seborga en mucho tiempo, y es que en 1729 el duque Víctor Amadeo II de Saboya logró comprar el pueblo.

Es una compra que buscaba desde 1697 para expandir sus territorios, pero que no se concretó hasta 32 años después debido a la oposición de Génova a que se completara la transacción.

Víctor Amadeo fue uno de los gobernantes más importantes de su época, y entre sus múltiples títulos se encontraban el de ser rey de Cerdeña, cargo que obtuvo en 1720.

Es en esta compra donde están los orígenes de la micronación.

Centro Histórico medieval de Seborga Italia

Tras la muerte de Amadeo, Seborga fue parte de los numerosos cambios territoriales en la zona durante los siglos XVIII.

Lo más importante es que fue parte de la efímera República Ligur que surgió como consecuencia de las Guerras Napoleónicas y que, como parte de esta pasó a formar parte del Reino de Cerdeña en 1815.

Llegado el Risorgimento, Cerdeña fue parte de la reunificación italiana y desde 1861 todo su antiguo reino forma parte del país.

¿O no?

El Principado de Seborga

A nadie en Seborga le preocupó ser parte de Italia y siguieron con su vida tranquila y rural hasta bien entrado el Siglo XX.

En los años 50 Giorgio Carbone, presidente de una cooperativa local dedicada al cultivo de flores, y aficionado a la historia, se puso a hacer una investigación sobre su pueblo que lo remontó a la venta que se hizo del territorio a Víctor Amadeo de Saboya.

Jorge I, primer Rey de Seborga

De acuerdo a Carbone, la venta, valuada en 146,000 liras, no quedó registrada en ningún documento y por tanto nunca se concretó, lo cual se demuestra adicionalmente por el hecho de que la República de Génova siempre consideró ilegal la ocupación y pidió al Papa la expulsión de los saboyanos.

Adicionalmente, Carbone aseguró encontrar evidencia de que el Papa reconoció el protectorado del duque sobre Seborga, pero la posesión nunca implicó soberanía.

Cuando Víctor Amadeo pasó a ser rey de Cerdeña, mantuvo la posesión personal sobre Seborga, pero este patrimonio nunca pasó a ser posesión del reino.

En documentos oficiales, Carbone encontró que los Saboya nunca usaron el título de Príncipes de Seborga, una evidencia más de que el lugar mantenía su autonomía.

Al ser un principado autónomo, Seborga se habría unido al reino si, tras las guerras napoleónicas, los documentos del Congreso de Viena hubiesen negociado este destino para el pueblo, pero no hay un sólo lugar donde se haga mención deSeborga como parte del reino de Cerdeña.

Bandera de Seborga

Con base en ello, argumentó que cuando Cerdeña se unificó al resto de Italia, Seborga no era parte del reino, y de la misma manera, cuando la monarquía italiana cayó para convertirse en república en 1946, el pueblo no fue parte de la unión.

Así, cuando los Saboya fueron expulsados de Italia en 1946, su posesión sobre Seborga terminó, y desde entonces el municipio sería un país independiente, tal y como lo son hoy otros pequeños países de origen medieval como San Marino y Liechtenstein.

Declararon entonces que la supuesta anexión a Italia es unilateral e ilegítima, y que debían ser considerados un país libre.

El nuevo rey

Carbone requirió un tiempo para convencer a los seborganos de lo que había descubierto, pero finalmente el pueblo abrazó la idea de su independencia, y en 1963 votaron a Giorgio como el primer rey del país, para que llenara el vacío de poder que había.

Carbone se tomó muy en serio su tarea, y redactó las leyes del país, que sometían su puesto a una elección cada 7 años.

Además, dio a conocer la bandera del país, y acuñó su moneda nacional, llamada luigino, y que puedes obtener al llegar al pueblo, siendo recibida en la mayor parte de los negocios locales.

El Luigini es la moneda del Principado de Seborga

Giorgio I tuvo un reinado sin mayores complicaciones, y fue reelegido cada siete años, pero en 2006 casi pierde el poder.

Fallido golpe de estado

En 2006 una mujer de nombre Yasmine von Hohenstaufen Anjou Plantagenet se dijo la verdadera herededa del trono seborgano, y buscó quitarle el reino a Carbone.

Aún peor, von Hohenstaufen se acercó al gobierno de Italia y ofreció darles la posesión del reino, lo cual hubiera cerrado la historia de esta micronación.

Pero Italia mostró poco interés en la princesa de un país que no reconocían, y en Seborga no encontró apoyo, así que el golpe falló.

Giorgio siguió en el gobierno hasta su muerte en 2009, y desde entonces el país ha tenido dos gobernantes más.

Marcello Menegatto, un empresario que no nació en Seborga, fue elegido rey con la promesa de lograr reconocimiento para el país.

Aunque intentó establecer relaciones con varios países, y nombró a su esposa, Nina, ministra de Relaciones Exteriores, no logró su cometido, y un supuesto reconocimiento de parte de Burkina Faso, parece ser un rumor.

Menegatto renunció al trono, y Nina, que ya era su ex-esposa, se presentó a elecciones contra Laura Di Bisceglie, la hija de Giorgio I.

Nina I de Seborga

En el duelo electoral entre ambas dinastías, Nina salió triunfadora y es la actual gobernante de Seborga.

¿Qué ver en Seborga?

Aunque solo mide 14 kilómetros, con su pasado medieval una visita a Seborga está más que justificada.

La Piazza de San Martino es el centro medieval del poblado y principal centro de actividades.

En ella está la iglesia de San Martino, de estilo barroco y que data del siglo XVII.

Atasrdecer en Seborga con el Mediterráneo al fondo

Frente a esta se encuentra el Palazzo dei monaci, que era la residencia de los monjes de Lerino cuando gobernaban, y después fue el ayuntamiento. Hoy solo puedes verlo por fuera ya que pasó a manos privadas.

Un edificio más antiguo aún es el oratorio de San Bernardo, que se remonta al siglo XIV, y que está fuera del centro histórico, dentro conserva varias obras pictóricas.

Puertas medievales, una gruta con una virgen, monumentos y una antigua prisión completan la oferta turística del pueblo.

Futuro del país

Pese a que los documentos parecen estar de su lado, o al menos nadie ha probado lo contrario, parece poco probable que Seborga consiga reconocimiento de algún país, sin embargo, como micronación, están muy vivos.

Los propios habitantes no se toman su independencia tan en serio como para rebelarse ante la autoridad italiana, a la que pagan impuestos y cuyas leyes obedecen sin que nadie sugiera otra cosa.

Aún así, gran parte del pueblo, si no es que todos, disfrutan del papel como reino libre, que entre otras cosas les da un interés turístico que otros pueblos de Liguria no tienen, y el país tiene incluso una selección de futbol y un Comité Olímpico.

Son una de las pocas micronaciones con un ejército propio, y la gente sigue participando activamente en los eventos que se organizan.

Así, tendremos a una Seborga activa en el reino de las micronaciones durante largo tiempo, y seguramente nuevos capítulos de su historia esperan por escribirse.

 

Dentro del universo de las micronaciones, hay algunas que por su historia o características se distinguen más que otras.

Y dentro de las que son indudablemente más famosas destaca Sealand, uno de los primeros lugares del mundo que despertó la fiebre por estos territorios no reconocidos y que presume, erróneamente, de ser el país más pequeño del mundo.

Es una de nuestras paradas en la serie de micronaciones: los países que no existen.

¿Dónde está Sealand?

Sealand se encuentra en aguas del Mar del Norte a 12 kilómetros de la costa del Reino Unido.

El puerto más cercano está en la ciudad de Ipswich.

Cuando este país se fundó, el lugar estaba en aguas internacionales, pues el Reino Unido solo reclamaba 3 millas náuticas, pero desde 1987 este pequeño lugar se encuentra en aguas territoriales británicas.

Historia de Sealand

Sealand tiene una de las historias más convulsas entre las micronaciones del mundo, y sus orígenes se remontan a la Segunda Guerra Mundial.

Tiempos bélicos

En 1942, bajo supervisión del ingeniero civil Guy Maunsell, se construyeron cuatro plataformas marinas cuya misión era proteger a la Gran Bretaña de los ataques alemanes.

Foto histórica de los Fuertes de Maunsell segunda guerra mundial

Las fortalezas se construyeron en los estuarios de los ríos Támesis y Mersey y su estructura era muy similar a la de plataformas petroleras, con dos columnas de concreto sosteniendo una superficie más grande.

Desde estas fortalezas, se advertía a tierra cuando se aproximaba un ataque aéreo y evitar que los submarinos enemigos colocaran minas.

Las plataformas tenían todo lo necesario para que grupos de militares pudieran habitarlos durante bastante tiempo, y se construyeron con comedores, habitaciones, equipos de radio, tanques de agua purificada y generadores de energía.

Una vez terminada la guerra, las fortalezas perdieron su utilidad y fueron abandonadas.

Reviviendo al ritmo de la música

Los 60 fueron una década donde el Reino Unido transformó la música del mundo entero al ver el nacimiento de muchos de los mejores grupos de la historia, entre los que destacan los Beatles y los Rolling Stones.

La década fue una revolución musical, pero en principio los nuevos ritmos no fueron apreciados por todas las generaciones, y pese al deseo de escuchar el rock, la radio británica prestaba poca atención a este.

Surgieron entonces las llamadas radios pirata, estaciones que no tenían licencia para operar pero que tenían una audiencia de millones de personas y eventualmente, a finales de la década, lograron que la BBC se reestructurara incorporando a los dj y nuevos géneros a sus transmisiones.

Así se ve Sealand, el país más pequeño del mundo

Pero mientras esto se lograba, las estaciones no podían operar en territorio británico sin licencia.

Para resolver esto, muchas se transmitían desde barcos en altamar, donde al alcanzar aguas internacionales ya no rompían ninguna ley.

Es en este contexto que, las olvidadas fortalezas marinas volvieron a ganar interés, pues estaban en aguas internacionales, estaban vacías y contaban con el equipo para transmisiones.

Así, en 1965, Jack Moore y su hija Jane, representando a la estación Wonderful Radio London, tomaron la plataforma HM Fort Roughs, la más antigua y más lejana de las cuatro que se habían construido.

Desde ahí, durante dos años se transmitieron los éxitos de los Fab 40, los cuarenta más populares canciones de cada semana.

El nacimiento de Sealand

Como si se recordaran sus orígenes bélicos, en 1967 el HM Fort Roughs fue escenario de un nuevo conflicto que marcaría no solo la historia del lugar, sino la de todas las micronaciones.

El 2 de septiembre Paddy Roy Bates, que también conducía una radio pirata, navegó a la fortaleza y expulsó del lugar a sus competidores de Wonderful Radio.

Paddy Bates había emitido su estación, Radio Essex, desde otra fortaleza, Knock John Tower, pero esta estaba en aguas británicas, por lo que había sido llevado a juicio y multado.

Roy Bates fundador de Sealand con su esposa Joan

Fue por ello que decidió instalarse en Fort Roughs, pero después de expulsar a los otros radioaficionados y pese a contar con todo el equipo para hacerlo, nunca emitió nada.

En lugar de eso declaró a la plataforma como un país independiente de nombre Sealand. Probablemente siendo su enojo por sus problemas legales parte de lo que impulsó su decisión.

1968 marcó un nuevo incidente de Bates con la justicia británica.

Un grupo de trabajadores fueron a reparar una boya de navegación cerca del nuevo país, y Bates les dijo que se retiraran porque estaban invadiendo su territorio, tras lo cual su hijo trató de ahuyentarlos disparando tiros al aire.

Al ser ciudadano británico, lo llevaron a juicio, pero el juez dijo que al estar la fortaleza fuera del territorio de Londres el caso no procedió.

En 1975 se creó la bandera, la constitución, el himno nacional, la moneda y los pasaportes de Sealand.

Guerra civil y crimen organizado

Los Bates repartieron desde un inicio pasaportes de Sealand y uno de sus ciudadanos, Alexander Achenbach, invadió el país en 1978 con varios mercenarios pagados mientras Paddy Bates y su esposa estaban fuera.

El hijo de Bates, Michael, fue tomado como rehén.

Achenbach no estaba de acuerdo con unos supuestos planes de convertir el lugar en un hotel de lujo.

Durante esta pequeña guerra civil, Michael pudo escapar, y se las arregló para reconquistar la fortaleza, dejando prisioneros tanto a Achenbach como a los mercenarios.

Sealand con su bandera flamenado

El líder de la fallida rebelión era un abogado alemán, fue acusado de traición y se le retuvo como prisionero a menso que pagara una multa de 75,000 marcos.

La situación obligó a que Alemania tuviera que enviar a un diplomático de su embajada a negociar la liberación de su ciudadano, y tras varias semanas de pláticas se liberó a Achenbach.

Aunque no obtuvo dinero Paddy Roy Bates dijo que la presencia del diplomático representaba un reconocimiento de facto de Sealand por parte de Alemania.

Este fue el último conflicto armado en la micronación, pero no el fin de los problemas que Achenbach causaría.

Designándose como un gobernador rebelde de Sealand en el exilio, el abogado hizo negocio vendiendo pasaportes del país.

La cosa no se hubiera notado, si no fuera porque el documento atrajo a miembros del crimen organizado a quienes la falsa inmunidad diplomática y el documento que los declaraba ciudadanos del país les servía.

Así, se fue creando una red de lavado de dinero y tráfico de drogas que tuvo su sede en Madrid, España, pero que se extendía no solo a los miembros del gobierno rebelde de Achenbach, sino a territorios de Rusia, Irak e incluso Hong Kong donde hubo hasta 4,000 pasaportes falsificados.

A raíz de esto los Bates retiraron la validez a todos los pasaportes del país, incluyendo aquellos que ellos mismos habían emitido desde los años 70.

Historia reciente

Aunque desde 1987 la plataforma que forma Sealand ya está dentro de aguas territoriales británicas, pese a esto, el Reino Unido nunca ha reclamado soberanía sobre el lugar, tratándolo como independiente de facto.

La familia Bates ha continuado con el proyecto, y al ser una de las micronaciones más famosas, también son de las que tienen más ciudadanos.

Sealand flag and coat of arms

Roy Bates murió en 2012 a los 91 años, y su hijo, Michael, heredó el gobierno del país.

A pesar de esto, hubo intentos de “vender” el país y el propio gobierno de Sealand pidió 750 millones de euros a cambio de la custodia del lugar, con el compromiso de continuar con el proyecto.

No hubo nadie capaz de pagar la millonaria cifra, aunque el sitio web The Pirate Bay lo intento mediante donaciones.

¿Qué ver en Sealand?

Lo mejor en Sealand es las vistas del mar y de la costa inglesa que se alcanza a ver desde la plataforma.

Fuera de eso, hay poco que ver en el país, pero si llegas a el puedes incluso pasar la noche en sus habitaciones.

El tour por el lugar incluye toda la superficie de la plataforma y puedes ver la prisión donde Achenbach fue encerrado, además de la capilla, el gimnasio, el cuarto de los motores y el parlamento.

No es fácil llegar a Sealand y necesitas contactar primero con el gobierno para obtener permiso, además de organizar el viaje en bote para ir y regresar.

De momento, no es posible visitarlo, pues la página web del país, que sirve para contactar al gobierno se encuentra bajo mantenimiento.

El futuro del país

Sealand es probablemente la micronación más famosa del mundo, en gran parte por su record Guiness como el país más pequeño del mundo.

Aunque ya no expide pasaportes, si vende títulos nobiliarios, y puedes solicitar ser lord, lady o barón del país por poco más de 30 euros (cuando su página web se restablezca).

Además, su fama ha cuasado que mucha gente quiera ser ciudadana, y esto les ha permitido incluso formar equipós deportivos, su selección de futbol tiene 13 partidos jugados, de los cuales 5 han sido victorias, aunque está inactiva desde 2017 cuando no se les aceptó su afiliación a la CONIFA, organismo de los equipos no reconocidos por FIFA.

También han participado en curling, minigolf, disco volador y esgrima, e incluso fueron sede de un torneo de patineta patrocinado por Red Bull.

Esta fama y actividad, prometen que Sealand tenga un futuro próspero, aunque no está claro que pasará si la familia Bates pierde interés en el proyecto.

¿Es Sealand el país más pequeño del mundo?

Sealand es definitvamente más pequeño que cualquier páis formalmente reconocido, y con sus 550 metros cuadrados supera con facilidad al Vaticano: 0.44 contra 0.0005 kilómetros cuadrados.

Es por esto que la micronación es reconocida con el récord Guiness al área más pequeña que reclama ser un país en el mundo.

Este récod, sin embargo bien puede ser reclamado por otras micronaciones, a las cuales Guiness no ha reconocido.

Pontinha, un islote en Portugal que también se reclama como país independiente mide menos de 200 metros, así que con un área de 0.000178 kilómetros cuadrados supera a Sealand y le quita el récord que los ha hecho famosos.